4.4.09

Por favor...


Hoy al despertar me volví a encontrar con él. Lo ví acostado a mi lado y ya no supe que hacer. Perdona que te lo diga pero es que ya estoy cansado de encontrarlo por todos lados, lavándose los dientes en mi lavabo, viéndome desde la cama mientras plancho mis camisas, tomándome fotos mientras me cambio distraido, sentado a mi lado en el cine, en el coche, en el trabajo, cuando me baño y me rasuro, sonriéndome en todos lados, comiéndose un sandwich en la cocina, vistiéndose en silencio mientras duermo, sentado en la computadora fingiendo hacer tarea, esperando dormido en mi cama, espiándome cuando tengo sexo, cuando beso a otras. 
A veces me habla al oido mientras manejo y no sabes como eso jode mi paciencia. Hay momentos en los que creo que quiere matarme. Incluso ha cometido el descaro de meterse en mis sueños y hasta pesadillas me ha regalado. Una noche desperté y lo descubrí asfixiándome con una sonrisa y un beso. Tal vez no creas todo lo que te digo pero es verdad. Siempre está ahí y no quiere dejarme solo ni un momento. Se ha convertido en mi sombra y no tengo idea de como quitármelo de encima. Por favor ayúdame, te lo ruego. Se que no es tu culpa pero ya no sé con quien platicarlo. Se esconde en los programas de la tele, en los empaques de cereal y en los botes de helado, adereza mi desayuno y le sopla a mi sopa para que no me queme. Se aparece a la vuelta de cualquier esquina y lo veo en la mirada de todas las mujeres. Se mete en mis libros y en mis pensamientos. 
Hay ocasiones en las que me hace reir y otras me hace llorar. Ya no puedo más. Se ha vuelto mi amigo y mi enemigo. Creí que podía acostumbrarme a su presencia y vivir los dos en sana armonía pero su humor (tan negro y retorcido) y las bromas que me juegan han terminado por sacarme de quicio y afectar mi cordura. 

Te digo todo esto porque se que tú me entiendes. Habla con él, llévatelo lejos, dile que ya no me moleste, que se vaya, que me deje.


Es en serio. Tu recuerdo me está matando.


16.3.09

Ay Ersyla


Ersyla no pudo soportar más y decidió por fin dar el brinco. Ersyla, Ersyla, tan infinitamente estúpida Ersyla, si tan solo hubiera sabido que era más fácil cerrar el pico que cerrar las piernas. Nunca entendió como era posible que todos pudieran (parecer) ser más felices que ella y esto la hacía muy muy infeliz. Vivir su vida era como estar en una montaña rusa depresiva de la que no podía bajarse. Cuando parecía que las cosas iban de subida se daba cuenta que la bajada que venía era siempre mucho peor. A Ersyla le gustaba caminar por las calles de noche para sentir que era el último ser vivo en el planeta pero nunca faltaba algún borrachito desvelado que terminaba con la ilusión. Ni siquiera el uso continuo de estupefacientes y drogas de recreo la hacían sentir bien. La cruda siempre era más larga y prolongada que la sensación de euforia y esto también la volvía una mujer muy muy triste. Tampoco el sexo le funcionaba. Siempre fueron más fuertes los prejuicios, las dudas, los pretextos y esa falsa moralidad que le habían inculcado sus abigarrados padres, que el placer que producía el acto en sí. Y si de amor hablamos ella solo conocía lo que había leído en las novelas baratas que siempre estaban dispuestas en una esquina de cualquier lugar. Amores que pudo haber encontrado en cualquier plática extraña, en la mirada de un desconocido en el metro y al final de cualquier jornada. Amores que nunca se permitió descubrir por ser una mujer muy muy distraida. Ay Ersyla, si tan solo hubieras levantado la mirada podrías haber descubierto como yo siempre te miraba. Y solo hasta hoy me doy cuenta de lo tonto que fui y de lo tonto que resulta todo esto. Fueron muchas las veces que estuve a punto de hablarte pero nunca me animé. Hoy te ves distinta. Creo que por fin sonríes. Lo triste es que probablemente solo sea porque el chico de la morgue se sintió conmovido por tu cara de sufrimiento constante y decidió regalarte una sonrisa para toda la eternidad. Eso si los gusanos no deciden otra cosa. 

Hoy voy a hacer el amor y pensaré en tí y en lo felices que pudimos ser. Mañana te traeré flores y me aseguraré de dejarte una de esas novelas baratas en la que la protagonista se llame como tú. Si algún día me olvido de visitarte porfavor no te ofendas. 



Ay Ersyla como te voy a extrañar.

3.3.09

¿Tú crees?


Estoy cansado de que la gente me confunda con el primo de un amigo. Siempre es lo mismo, llegan se acercan y me dicen perdón lo confundí con alguien. ¡No mames! ¿Qué acaso todos los pendejos nos parecemos? ¿O es que en el cielo se les acabaron las caras y nos empezaron a poner las mismas? ¿Acaso los cuerpos los hacen por lotes? "Tráete otros pinche lote de cuerpos B-351 que ya se terminaron los R-241!!". A veces creo que Dios se cansó de jugar a los dados y ya estandarizó el proceso. Un puto McDonalds de la creación. El otro día pasó algo muy raro y es que aunque ya me acostumbré a que me confundan con cualquier hijo de vecino es la primera vez que me confunden conmigo mismo.

Iba yo caminando por la universidad (ya sé soy un fósil, ¿pero qué universidad que se digne de serlo no tiene unos cuantos matriculados?) cuando me encontré a una chica de muy buen ver (y me imaginó que de mejor tocar y sabrosear) que se me quedó mirando un poco perpleja y algo anonada. Luego luego pensé otra pendeja que me confunde con algún amigo pero mayor fue mi sorpresa cuando en lugar de decir el ya conocido; "Perdón pero es que te confundí" se quedó fija en el suelo y con la mirada clavada en mí. La verdad es que por un momento creí que la había impactado con mi porte y mi mirada (No te enamores que voy de paso mujer) pero sé muy bien que eso nunca pasa. Ya estaba a punto de decirle que me dejara de ver cuando se dió la vuelta mientras decía "no, no, no que pendeja soy". La verdad es que me ganó la curiosidad y la alcance para preguntarle cual era su problema. Cuando estaba a dos pasos de alcanzarla volteó de sorpresa y como no esperaba verme tan cerca puso una cara de esas que a mí me dan tanta risa. Lo bueno es que alcancé a ahogar la carcajada (siempre me imagino a alguien metiendo a un payaso en un barril de agua cuando oigo esa frase) y logre no ofenderla. Otra vez se me quedó viendo mientras negaba en la cabeza y me dijo: "Perdón es que te confundí con mi novio". Yo pensé "ya salió el peine, otra vez lo mismo". Y nomás para hacer platica le pregunté "¿cómo se llama tu novio?" a lo que contestó "Luis Alberto". Me quedé sorprendido de que alguien que comparte mis señas particulares también compartiera mis nombres de pila. Le comenté que era muy chistoso que me confundiera con alguien que se llama igual a mí y ella me dijo "si, pero con los apellidos que tiene el pobre...", "¿Qué? ¿Son muy raros?", "Pues sí algo...", "¿Ah si? cómo se llama entonces?", "Luis Alberto Niño Ladrón de Guevara Espinosa de los Monteros". Ahí fue cuando se me cayó la boca de la impresión porque una cosa es que uno comparta la cara y los nombres de pila con un cabrón desconocido y otra muy distinta que también le hayan pirateado los apellidos (de rete-harto abolengo por cierto) así como si tal cosa. "Yo también me llamo igual", le dije un tanto molesto por el robo de personalidad. "Orale que raro ¿no?", "Sí bastante raro" contesté ahora un poco más preocupado que molesto. No sé si seguí preguntandole por curiosidad o por miedo pero lo hice. "¿Y a qué se dedica tu novio", "Es contador en una fábrica de pañales, trabaja ahí y estudia aquí. Todo al mismo tiempo, el pobrecito se mata para poder mantenerse y salir adelante, ¿tú crees?. Ay perdona que te hable de tú, pero es que se parecen tanto...". La neta es que nos parecíamos más de lo que me hubiera gustado y eso ya empezaba a preocuparme de más, yo también trabajo de contador en un fábrica de pañales y también me mato para poderme pagar los estudios y salir adelante. Yo ya no quería saber nada pero ella seguía hablando sin parar como si nos conociéramos de tiempo atrás. "Y fíjate que al pobrecito se le murieron los papás cuando apenas tenía ocho años, se desbarrancaron cuando iban regresando del cumpleaños de su abuelita en Guadalajara y hasta la abuelita se murió de un infarto cuando se enteró lo que les había pasado. ¿tú crees?". No pues yo ya no creía nada, busqué rápidamente para ver si no encontraba una cámara escondida o alguien que saliera y me dijera que estaba en uno de esos estúpidos programas de bromas. Mientras ella seguía con ese monólogo que ya me parecía estresante. "Uy y ni te cuento, cuando lo mandaron a vivir con sus tíos a Pachuca que se entera que tenía una hermana mayor pero que se había ido cuando él era muy chico y andaba de puta en los bules de Veracruz, el pobrecito... ¿tú crees?" En ese momento se me atragantó la saliva que ya tanto trabajo me costaba pasar de lo seca que tenía la boca. Mis ganas de salir corriendo eran demasiadas pero algo había en su voz que no me dejaba ir, o tal vez era la urgetne necesidad de enterarme hasta donde llegaban los parecidos. "Nombre y fíjate que el muy pobrecito había heredado un chorro de dinero de su abuelita y los muy desgraciados de sus tíos le dieron baje con toda la lana, ¿tú crees?". Yo ya no soportaba las ganas de gritarle que no le creía nada, que por favor dejara de meterse con mi vida y que me dejara en paz pero ella no paraba de parlotear y contarme mi vida como si le perteneciera a otro. "Y para acabarla de chingar el pobrecito cumple años el 29 de Febrero, ¿tú cr...?". Ahí fue cuando no aguante más y la dejé con la frase a medio decir mientras yo salía corriendo como desesperado y sin parar de gritar.

Llevo ya un mes buscando al hijo de la chingada que se parece tanto a mí para matarlo. Estoy obsesionado. Ayer agarré a balazos al espejo del baño porque creí que ese cabrón me espiaba por una ventana. Estoy decidido. Si no logro encontrarlo me voy a pegar un tiro para ver si por lo menos el muy puto también se muere.




Ya desconfío hasta de mi sombra, ¿tú crees?...

24.2.09

No te vayas


Es tarde en la madrugada y Paola camina evitando los charcos. La noche ha sido mala y lo único que la consuela es que mañana llega Martín. Ah, Martín. Con su caminar distraido y la vista decidida, hombros de muchacho y las gafas que lo hacen ver más joven de lo que realmente es. Hacía meses que no sabía nada de él y apenas la semana pasada sonó su celular. Un número desconocido con una clave lada que la intrigaba. Apenas y dijo "Hola, ¿cómo estás?" y ella ya lo había perdonado. En una fracción de segundo los gritos, las amenazas, las lágrimas y los reclamos se esfumaron para dar paso a las ilusiones y las promesas de amor. Paola no podía controlar su emoción mientras sus tacones acompañaban rítmicamente su respiración. Hace frío y ella no lo siente porque el recuerdo de Martín le incendia el cuerpo. Recuerda esas vacaciones en la playa y como sus manos la recorrían toda y de alguna forma le tocaban hasta el alma. Hacer el amor en la playa no fue como ella se lo había imaginado, la arena metiéndose por todos lados, la espalda rasguñada y el miedo a ser vistos la distraían de lo que pasaba en ese momento. Pero justo cuando vió la cara de Martín entregado al placer y como disfrutaba el estar dentro de ella, esa cara de alguien que por fin ha encontrado la felicidad, fue cuando se dejó llevar y tuvo la certeza de estar enamorada.

Todavía es muy temprano y mientras pide una torta de tamal y un vaso de atole las manos le tiemblan por culpa del frío que no perdona a ni a los amantes de paso. Pero eso no importa porque Paola está enamorada y su hombre ya viene en camino. Ve a la gente pasar y se imagina que vienen buscando a un amor de la infancia o que van a reencontrarse con su familia después de años de ausencia. A Paola nada le preocupa, no le importa que el vestido deje ver esos kilos de más que la vida le ha añadido porque ese es el vestido favorito de Martín, él mismo se lo regaló la última navidad que pasaron juntos. Tampoco le importan las canas que no tuvo tiempo de ocultar ni las arrugas que ahora enmarcan a sus ojos. El tiempo pasa y ella se deshace en recuerdos de noches calientes y despertares enamorados. La gente sigue su camino mientras ella siente que los ojos le pesan y las emociones la llenan de dudas; "¿me reconocerá? ¿todavía le gustaré? ¿habremos cambiado demasiado los dos?". 

Ya son las nueve y él está retrasado. No quiere preocuparse pero no deja pensar que tal vez le pasó algo. Hay algo en su estómago que la molesta, es una voz, un insecto que se mueve por dentro y no la deja en paz. Ese pinche insecto ha empezado a morder y a devorar su tranquilidad, en cada mordida desprende un suspiro y lo deja escapar. Por fin se escucha, con esa voz mecánica y aburrida, la llegada del camión que trae a su amor. Poco a poco empiezan a descender los pasajeros con esa cara de quien sigue en otro lado. Ella ansiosa mira como bajan uno a uno y ninguno es Martín. Poco a poco el camión comienza a vaciarse y ella se pone más nerviosa. Por fin baja el último pasajero, un gordo calvo y malvestido que cojea al caminar. Algo en él se le hace conocido. Los lentes son idénticos a los de... No, no puede ser. Pero... Hay algo en ese hombre desagradable que a ella se le hace tan familiar. No quiere creer lo que la vida le ha traído en lugar del hombre del que se enamoró. Él la ve y sonríe mientras se acerca a ella con dificultad. Ella no sabe que hacer cuando él llega hasta donde se encuentra congelada.

Solo queda el eco de esa voz patética que le implora que no se vaya, que no lo abandone mientras que ella sigue caminando sin voltear ni una vez. Solo el eco de su voz diciendo: "Paola, no te vayas".

23.2.09

Las Huellas


La mañana es fría y el viento sopla una canción tan vieja como la memoria misma. A lo lejos sólo se escuchan sus pasos sobre el adoquín. Calza tenis deportivos blancos con llamativas suelas rojas, usa un par de bermudas viejas y una sudadera azul. Viene corriendo con el pretexto de hacer ejercicio pero en realidad su propósito es otro. Trata de dejar su pasado atrás, trata de huir de su vida, de sus recuerdos, de él mismo. Cada zancada deja una huella y cada huella duele como un cigarro apagado en la piel. El sudor llena su frente y huele a perfume de amores atrasados, a besos jamás dados, en cada gota se ve el reflejo de una historia que se va olvidando y que se evaporan más rápido que un suspiro en la madrugada. La gente camina por las banquetas con la mirada baja, como si quisieran esconderse del frío, y se apresura para no llegar tarde al trabajo. Él sigue adelante dejando atrás todo, deshaciéndose en trozos. Y mientras él corre la ciudad no se detiene. Los microbuses del centro van llenos de olor a cama, a hambre añeja y a esperanzas desveladas. En las escuelas los niños sueñan con historias de dragones y caballeros, de héroes y villanos, de princesas y besos encantados. Ella ya no lo espera ni quiere saber nada de él. ¿Te das cuenta lo relativa que es la vida? Él se muere por ella y para ella él ya está muerto, enterrado, olvidado. Él la sufre porque es el amor de su vida y ella no sufre porque hay otro amor en su vida. Y entre todas éstas contradicciones los dos concuerdan en algo; para él ella es lo más importante en su vida, y en la vida de ella no hay nada más importante que ella misma. 

El sol por fin se ha atrevido a asomar su cara solo para ver que no vale la pena salir de la cama. Va a ser una tarde gris y triste, tan triste como el día de la despedida. En realidad no fue hace mucho tiempo pero para él ha sido eterno mientras que ella ya ni se acuerda (ni le importa acordarse). El polvo se va levantando con cada paso y en cada grano de arena hay un "te amo" que el tiempo no le dejó sacar. Se da cuenta de que cada vez su andar es más silencioso, que el cuerpo va dejando de pesar y que los pulmones ya no le queman. Por fin después de tanto tiempo se ha detenido, ha llegado a la meta.



El olvido no es un lugar bonito.