Hoy al despertar me volví a encontrar con él. Lo ví acostado a mi lado y ya no supe que hacer. Perdona que te lo diga pero es que ya estoy cansado de encontrarlo por todos lados, lavándose los dientes en mi lavabo, viéndome desde la cama mientras plancho mis camisas, tomándome fotos mientras me cambio distraido, sentado a mi lado en el cine, en el coche, en el trabajo, cuando me baño y me rasuro, sonriéndome en todos lados, comiéndose un sandwich en la cocina, vistiéndose en silencio mientras duermo, sentado en la computadora fingiendo hacer tarea, esperando dormido en mi cama, espiándome cuando tengo sexo, cuando beso a otras.
A veces me habla al oido mientras manejo y no sabes como eso jode mi paciencia. Hay momentos en los que creo que quiere matarme. Incluso ha cometido el descaro de meterse en mis sueños y hasta pesadillas me ha regalado. Una noche desperté y lo descubrí asfixiándome con una sonrisa y un beso. Tal vez no creas todo lo que te digo pero es verdad. Siempre está ahí y no quiere dejarme solo ni un momento. Se ha convertido en mi sombra y no tengo idea de como quitármelo de encima. Por favor ayúdame, te lo ruego. Se que no es tu culpa pero ya no sé con quien platicarlo. Se esconde en los programas de la tele, en los empaques de cereal y en los botes de helado, adereza mi desayuno y le sopla a mi sopa para que no me queme. Se aparece a la vuelta de cualquier esquina y lo veo en la mirada de todas las mujeres. Se mete en mis libros y en mis pensamientos.
Hay ocasiones en las que me hace reir y otras me hace llorar. Ya no puedo más. Se ha vuelto mi amigo y mi enemigo. Creí que podía acostumbrarme a su presencia y vivir los dos en sana armonía pero su humor (tan negro y retorcido) y las bromas que me juegan han terminado por sacarme de quicio y afectar mi cordura.
Te digo todo esto porque se que tú me entiendes. Habla con él, llévatelo lejos, dile que ya no me moleste, que se vaya, que me deje.
Es en serio. Tu recuerdo me está matando.
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