La mañana es fría y el viento sopla una canción tan vieja como la memoria misma. A lo lejos sólo se escuchan sus pasos sobre el adoquín. Calza tenis deportivos blancos con llamativas suelas rojas, usa un par de bermudas viejas y una sudadera azul. Viene corriendo con el pretexto de hacer ejercicio pero en realidad su propósito es otro. Trata de dejar su pasado atrás, trata de huir de su vida, de sus recuerdos, de él mismo. Cada zancada deja una huella y cada huella duele como un cigarro apagado en la piel. El sudor llena su frente y huele a perfume de amores atrasados, a besos jamás dados, en cada gota se ve el reflejo de una historia que se va olvidando y que se evaporan más rápido que un suspiro en la madrugada. La gente camina por las banquetas con la mirada baja, como si quisieran esconderse del frío, y se apresura para no llegar tarde al trabajo. Él sigue adelante dejando atrás todo, deshaciéndose en trozos. Y mientras él corre la ciudad no se detiene. Los microbuses del centro van llenos de olor a cama, a hambre añeja y a esperanzas desveladas. En las escuelas los niños sueñan con historias de dragones y caballeros, de héroes y villanos, de princesas y besos encantados. Ella ya no lo espera ni quiere saber nada de él. ¿Te das cuenta lo relativa que es la vida? Él se muere por ella y para ella él ya está muerto, enterrado, olvidado. Él la sufre porque es el amor de su vida y ella no sufre porque hay otro amor en su vida. Y entre todas éstas contradicciones los dos concuerdan en algo; para él ella es lo más importante en su vida, y en la vida de ella no hay nada más importante que ella misma.
El sol por fin se ha atrevido a asomar su cara solo para ver que no vale la pena salir de la cama. Va a ser una tarde gris y triste, tan triste como el día de la despedida. En realidad no fue hace mucho tiempo pero para él ha sido eterno mientras que ella ya ni se acuerda (ni le importa acordarse). El polvo se va levantando con cada paso y en cada grano de arena hay un "te amo" que el tiempo no le dejó sacar. Se da cuenta de que cada vez su andar es más silencioso, que el cuerpo va dejando de pesar y que los pulmones ya no le queman. Por fin después de tanto tiempo se ha detenido, ha llegado a la meta.
El olvido no es un lugar bonito.
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